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Pieza del mes agosto 2009

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    • Palas Atenea imponiendo la Paz entre el Oficio y la Industria, por Federico Amutio y Amil

      INTRODUCCIÓN

      Palas Atenea imponiendo la Paz entre el Oficio y la Industria

      La convulsión que sacudió el siglo XIX español fue, sin lugar a dudas, el mayor condicionante para el arranque definitivo de la llamada Revolución Industrial. Los conflictos bélicos –guerra de Independencia y guerras Carlistas- la pérdida de las colonias y la agitada vida política, pusieron a España en la cola de los países que basaron su desarrollo económico en la llamada industria moderna. La industria textil, la siderúrgica, la minería, el ferrocarril y, cómo no, el triunfo del capitalismo, eran los símbolos latentes de ese nuevo término acuñado: modernidad.

      En la modernidad el porvenir reemplazará el pasado y racionalizará el juicio de la acción asociada al ser humano. La modernidad es la posibilidad política reflexiva de cambiar las reglas del juego de la vida social. La modernidad es también el conjunto de las condiciones históricas materiales que permiten pensar la emancipación conjunta de las tradiciones, las doctrinas o las ideologías heredadas y no problematizadas por una cultura tradicional.

      La modernidad o lo moderno pronto quedó reflejado en diferentes campos, desde la filosofía o la literatura hasta el arte, pasando por la propia sociedad decimonónica, donde la razón se imponía como normal transcendental bajo el concepto kantiano desarrollado en la Ilustración, el Sepere Aude, heredero del antropocentrismo humanista del Renacimiento plasmado por Pico della Mirandola (1463 – 1794) en su obra Oratio por homini dignitate. En España, y ya dentro del campo artístico, el propio Francisco de Goya (1746 – 1828) plasmaría en su obra este concepto con una dura crítica social: primero, en 1780, en su serie Los Caprichos y más tarde, hacia 1823, en su serie Los Disparates, sin lugar a dudas, obras precursoras de la modernidad en el arte.

      Nacido bajo esas premisas pautadas por la modernidad, El Ateneo de Madrid fue el mejor crisol para aglutinar y difundir ese futuro inmediato a través de sus conferencias, tertulias o las novedosas publicaciones que, al respecto, albergaba su biblioteca. Claro ejemplo de este compromiso, es la obra pictórica que trataremos.

      EL CUADRO

      Palas Atenea imponiendo la Paz entre el Oficio y la Industria

      Conocido bajo el título de Palas Atenea imponiendo la Paz entre el Oficio y la Industria, el cuadro forma parte de la colección del Ateneo de Madrid desde finales del siglo XIX. Su ubicación en el fondo del muro oeste de La Cacharrería, a modo de sobre-puerta, y la relación estilística con las obras colindantes, nos hace pensar que debió formar parte del proyecto dirigido por Vicente Palmaroli (1834 – 1896) para concluir la decoración de esta sala allá por 1885.

      La obra presenta una composición marcada por la simetría en la que son colocadas las figuras que dan equilibrio al conjunto. La figura de Palas Atenea realiza una labor de eje. Sedente sobre un gran capitel jónico, mostrando su magnificencia y ataviada con el peplo rojo, el casco y la coraza, porta espada y escudo, imponiendo así la Paz. Es una figura rotunda, de actitud serena a la vez que desafiante, siendo el elemento vertical de la escena y la composición. A la izquierda de esta figura se sitúa la alegoría al Oficio –entendido éste como la industria antigua– y representado por una mujer sedente ataviada con túnica gris que cubre su cabeza mientras que muestra una actitud pensativa. Mientras que una de sus manos sirve de apoyo al mentón, la otra porta una antorcha que sitúa boca abajo, prendiendo fuego a determinada herramienta. En el otro extremo, a la derecha de Palas Atenea, se sitúa la alegoría a la Industria, representada por una figura femenina vestida con túnica blanca, alzando su mirada y coronada por laurel. Porta en una de sus manos una hoja de palma, símbolo del triunfo, que va a situar en un engranaje industrial. Las tres figuras quedan embutidas en una arquitectura clásica, constituida por un arco rebajado sobre un dintel ingletado y un fondo neutro, dorado, tal y como Vicente Palmaroli pautó en su obra Alegoría de las Artes, obra que también decora esta sala.

      Esta representación es, sin lugar a dudas, deudora de las formas de hacer de la pintura decorativa del siglo XVI italiano, muy a la manera de la Escuela romana. No obstante en su lectura y simbolismo también encontramos referencias a ese pensamiento antropocéntrico renacentista. La hoja de palma, símbolo del mártir cristiano, se ha transformado en el símbolo del triunfo. La antorcha que se apaga simboliza la caducidad, iconografía muy frecuentemente usada en el Barroco. La representación del Oficio –una mujer avejentada, vestida en gris y mostrando su fracaso– y la forma de mostrarnos a la Industria –ataviada en blanco, joven y triunfal- podemos ponerla en paralelo con la imagen que la iglesia Católica acuñó ya en el medievo para representar su triunfo sobre la Sinagoga. Sin embargo esa Modernidad queda latente en el mensaje aludiendo al Ateneo de Madrid y su labor de difusor del conocimiento y nuevas corrientes. La docta casa está representada en la figura de Palas Atenea. Símbolo de la institución, la encontramos tanto en el Salón de Actos como en el propio escudo de la casa. Así, esta obra, no deja de ser sino una alegoría al papel que el Ateneo de Madrid jugó en el impulso de la Modernidad en la sociedad española del siglo XIX.

      Federico Amutio y Amil

      (Madrid, 1869 – 1942). Artista que abarcó con su producción la pintura, la escultura y la arquitectura. Cursó estudios en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid y posteriormente en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, decantándose en su trayectoria por la pintura y la escultura, lo que le llevó a exponer su obra en muestras individuales y colectivas. Concurrió también a certámenes y concursos artísticos como la Nacional de Bellas Artes, consiguiendo en 1890 y 1892 la Tercera Medalla en la sección de escultura o la Mención Honorífica en arquitectura que obtuvo en 1895. También trabajó en el campo de las artes decorativas, donde se le reconoció con una opción a Tercera Medalla en la muestra de 1901.

      Vecino del barrio de Huertas, su relación con el Ateneo de Madrid comenzó cuando éste ya tenía su sede en la calle del Prado 21 y, muy posiblemente, por la relación profesional que debió mantener con Vicente Palmaroli. Así, en 1903, consta como Socio de Mérito de la institución, siéndole asignado el número 6.876.

      Autor: Federico Amutio y Amil

      Cronología: siglo XIX (hacia 1885).

      Técnica: óleo sobre lienzo.

      Medidas: 110 x 170.

      Firmas o inscripciones: Amutio (ángulo inferior izquierdo).

      Contexto cultural o estilo: pintura española del siglo XIX.

      Exposiciones: no.

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